El Coronavirus y la respiración

Miguel Albiñana

03-03-2020

Respirar puede que sea uno de los actos de los que nos solemos dar cuenta tan sólo cuando nos falta el aire. ¿Quien no ha vivido un momento de asfixia tras un ejercicio violento, o al atragantarse o aquellos que padecen enfermedades respiratorias como el asma?

Al igual que el latido del corazón, la respiración no precisa de nuestra atención consciente ni de nuestra voluntad. Como suelo recalcar en ejercicios en grupos, es “gratuita” y espontánea: no nos necesita para funcionar.

A diferencia del latido cardiaco, la respiración puede ser detenida o modificada por el sujeto, hasta ciertos límites y sin grandes dificultades. Por ello, a veces nos ejercitamos en alargar la inspiración o la exhalación, como en el pranayama del yoga o damos grandes suspiros antes de contestar.

Se dice que, mediante ejercitación, los yoguis pueden casi detener la respiración durante un buen tiempo, e incluso el ritmo cardiaco, hasta parecer muertos, sin estarlo. Esto ha sido medido por aparatos que así lo han confirmado.

La respiración nos mantiene vivos por medio de complejos procesos fisicoquímico biocorporales y lleva la alimentación necesaria a las células para que el organismo se mantenga vivo.

Sin respiración no podemos vivir. Lo decían los latinos: “mortus est qui non respirat”.

La respiración está muy presente en estos días de crisis sanitaria por culpa del coronavirus. El bichito (si lo podemos llamar así familiarmente) entra en contacto con las células pulmonares y provoca o puede provocar una crisis pulmonar o neumonía que incluso acarree  la muerte. 

La respiración nos mantiene también en contacto con el mundo. El feto, hasta que nace, recibe el alimento a través de la respiración materna y por el cordón umbilical. Al hacerse organismo independiente en el nacimiento y cortarse el cordón, tiene que respirar por sí mismo. El aire, al entrar en los pulmones duele y el recién nacido llora y, con el llanto, abre sus pulmones al aire que le va a dar la vida mientras permanezca vivo.

El aliento es pues un proceso que acompaña al hecho de vivir como organismo independiente y, si bien suele ocuparnos poco tiempo el darnos cuenta de su existencia, está ahí a nuestro permanente servicio.

En latin spirare es soplar y el prefijo re nos habla de reiteración: soplar reiteradamente es respirar y podría ser que spirare sea una onomatopeya, una forma de reproducir el sonido con una palabra que lo imita. Se es- pira al soltar el aliento (soplar afuera), y se sopla adentro in-spirando. La reiteración de ambos es el hecho de re-spirar. 

Es interesante ver como las palabras sí que tienen un sentido ¿verdad?

Así que tenemos la in, tenemos el es o ex, y tenemos el re y todo ello nos expresa la maravilla de la respiración.

Y ahora voy a deciros para qué todo estoy esta disertación (además de para divertirse con el idioma).

Cuando me siento a la hora de la meditación son muchas las actividades que quieren proseguir. La principal es la corriente de pensamientos. En ocasiones, se trata de continuar un asunto determinado (un asunto de trabajo, una relación interrumpida, un dolor en la espalda, un miedo a pillar el coronavirus). Pero muchas veces se trata, simplemente, de un caos de ideas, de pensamientos, imágenes o recuerdos que se desatan en lo que suelo llamar mi mente.

Y es ahí donde la respiración tiene, o puede llegar a tener, un papel importante y de gran ayuda.

El aliento de vida que es la respiración puede ser un elemento de atención importante cuando la mente se desborda. Casi siempre hemos permitido que eso suceda y lo solemos seguir haciendo a lo largo del día y de la noche con los sueños.

Poner atención en la respiración es llevar la consciencia al hecho mismo de estar vivos. Aire que entra y permanece un tiempito dentro y aire que sale y nos deja casi vacíos hasta que el aire vuelve a entrar. Inspiro y espiro o exhalo.

Entra fresquito por la nariz, y sale calentito, una vez cumplida su función de nutrirnos. Casi siempre hay un breve periodo antes de que volvamos a inspirar y antes de que volvamos a espirar. Cuando la respiración es tranquila es más fácil observarlo.

Tenemos una forma de tranquilizarnos, de relajarnos, de observar y de centrar la atención sencilla, fácil y práctica.

Se dice en las escrituras budistas que el propio Buda la recomendaba como forma primera para poder llevar la atención a la calma, y de ahí poder entrar en estados más profundos o meditativos.

Por eso, tenemos que cuidar nuestra respiración como una parte esencial de nosotros mismos en tanto que seres vivos.

Y por ello es importante cuidar nuestro medio ambiente y que haya aire limpio y luchar porque nuestros gobernantes lo hagan tomando los medios necesarios.

Y viene siendo esencial en estos días procurar no enfermar y si lo hacemos, cuidar exquisitamente nuestra salud y la de los demás.

En esta época en que toca quedarse en casa, es bueno hacer ejercicios de respiración (ahora que el aire está más limpio, sin tráfico, ni aviones…) y recordar que es nuestra vida la que pasa desde nuestra nariz a nuestros pulmones y de vuelta y nos permite seguir vivos y atentos.

Más que nunca en el presente, es importante acordarse que respirar es vida.

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