La vergüenza es una emoción secundaria, es decir, cultural y nos sirve para conectar con nuestra vulnerabilidad y con límites en la relación con los demás y con las normas morales y sociales. Ser un sinvergüenza es una reprobación de la conducta y también es estar fuera. Sin embargo, la vergüenza no solo tiene que ver con hacer algo vergonzoso, sino con sentirse, con nuestro ser. La persona vergonzosa no se siente pertenecer del todo, vive en soledad en su interior, siente vergüenza de si, no importa cómo se comporte.

Existe una vergüenza útil, la que protege nuestra intimidad. Al reconocerla, podemos llegar a un espacio propio que nos diferencia del otro y hacer un contacto verdadero. Sin embargo, la vergüenza puede instalarse entre nuestra manera de estar en el mundo y el instinto de ser lo que somos, impidiendo la espontaneidad o culpándonos por serlo. Cualquier situación se convierte en amenazante y nuestro cuerpo se agota por sostener tanta tensión.

La vergüenza no se supera exponiéndose sin más, por el contrario, es una guía que requiere de una escucha y un acompañamiento donde la persona recupera partes bloqueadas, negadas y frustradas de su experiencia.

En este taller aprenderemos a transitar nuestras vergüenzas para reconocer esos matices que nos diferencian del resto como parte de nuestro ser y dignificarlos.